martes, 7 de octubre de 2014

PILOTOS DE TURISMO CARRETERA 2

Carlos Alberto Garrido

Hay quienes por un instante de gloria deben pagar con un anticipo de largos sacrificios y frustraciones. Dentro del TC, este ha sido el destino de Carlos Alberto Garrido, un marplatense que el 28 de junio de 1987 vio su debut en el TC, disfrutó de la gloria de ese primer triunfo que para muchos iba en camino de quedar como una eterna cuenta pendiente luego de poco más de 150 carreras.No quiero retirarme sin ganar una carrera, repitió varias veces este año, apenas pasadas esas broncas que en más de una ocasión, y con el cansancio de los reiterados fracasos, lo llevaron a declarar que abandonaba el automovilismo. Su determinación contrastaba con aquellos que opinaban que sus mejores días habían pasado. Y esa determinación fue vital para insistir una y otra vez, con el fin de tener los mejores medios. Así convocó a Oscar Lofeudo para el trabajo en el chasis y a Gabriel Bozzone para que se ocupara de los motores. Así puso en marcha este año la enésima ilusión para atrapar ese triunfo que siempre le esquivaba.Ese mismo destino que tantas veces lo había maltratado deportivamente lo eligió como el gran protagonista de este fin de semana en Buenos Aires. Y su nombre ya no sólo figuró entre los de arriba el viernes, como ocurrió muchas veces, sino que se mantuvo el sábado en la clasificación, para rubricar el domingo con dos victorias de punta a punta en la serie y la final. Como nunca antes.Como pocas veces, y ya con la emoción de la victoria incorporada en su rostro y sus palabras, se escuchó a un piloto ganador reconocer que realmente en las dos vueltas finales venía con un miedo bárbaro. Miedo a que algún problema mecánico o error máo echara a perder el gran trabajo de todo el equipo para darme un auto bárbaro como el que tuve. Por eso cuidé mucho mi puesto y casi me pasa el Chueco Romero. Pero hoy Dios y la suerte estaban conmigo y pude por fin cumplir este sueño de ganar mi primera carrera y nada menos que en Buenos Aires...No es para criticar ese temor declarado de Garrido. Por el contrario, hay que entenderlo a partir de las sensaciones humanas que nacen de un destino plagado de decepciones deportivas que tantas veces lo colocaron cerca del objetivo deseado, pero que nunca le habían dado la posibilidad de alcanzarlo. Esta vez se le dio, y Garrido pudo disfrutar su merecido domingo de gloria. Ese mismo por el que ya tenía pago un anticipo de muchísimos sacrificos e incontables frustraciones durante diez años.

















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